De su padre el maestro Atanasio García Durán, el gobernador heredó la mesura y con esa prudencia que le caracteriza el domingo 2 de diciembre, horas antes de la llegada del presidente Andrés Manuel López Obrador quiso reunirse con su grupo de colaboradores más cercano. Los cuates. Los amigos. Los que realmente le han cuidado la espalda de tanta “garrapata” atraída por el poder. Ahí, en una mesa ovalada, sentado al fondo, disfrutando de una bebida refrescante, les leyó la cartilla a los suyos: ¿Felices verdad? Si, la verdad yo estoy igual porque sé que haremos cosas diferentes para nuestro pueblo. Porque al igual que usted, tengo la ilusión de hacer de Veracruz el lugar ideal para vivir tranquilos y en paz. Pues bien muchachos, vamos a conducirnos con humildad. Cuidado con andar de prepotentes, haciendo desplantes de grandeza, humillando a la gente. Demostremos actitud y aptitud de servicio. Cuidado con pasarse de listo en las calles con los policías de tránsito y manejando ebrios, porque ante cualquier reporte ni se enterarán que ya fueron destituidos, ya por dignidad o vergüenza ya ni se presenten. Tendrán que ser muy respetuosos con los ciudadanos, tienen que cuidar su imagen y demostrar que el pueblo no se equivocó al votar por nosotros, así que, muchachos, sobre aviso no hay engaño. Sean leales y honrados consigo mismos, asuman con seriedad su papel y compromiso ¿Entendido? Acto seguido, estos jóvenes agradecieron la confianza y la oportunidad de pasar a la historia junto a él, terminaron entre chascarrillos, rompieron el hielo y todos prosiguieron en la logística de la primera visita presidencial de su guía, Andrés Manuel López Obrador.