Washington D.C. – En sus primeros 100 días de segundo mandato, Donald Trump ha desencadenado una guerra arancelaria que ha generado un impacto global de magnitud histórica. Sin embargo, el pánico en los mercados ha contenido la situación, evitando que el caos sea aún mayor.

El 2 de abril, Trump presentó un plan para imponer aranceles a decenas de países y territorios, pero menos de una semana después, la realidad del caos provocado lo obligó a contener su instinto y deseo de represaliar con tarifas a todo aquel que, en su opinión, se aprovecha de los EE. UU. La Casa Blanca impuso una pausa de 90 días en la aplicación de la mayor parte de los aranceles anunciados.

Los expertos coinciden en que la descapitalización de los mercados y el impacto en la deuda pública obligaron a la Casa Blanca a pulsar el botón de pausa. El director del Consejo Económico Nacional, Kevin Hasset, confesó que la subida de los rendimientos de la deuda pública provocó que hubiera “algo más de urgencia” a la hora de pausar aranceles.

El principal foco de la política arancelaria de Trump ha sido China. La efervescencia e imprevisibilidad de Trump vivió unas jornadas en las que aparecían por sorpresa aumentos de los aranceles a los productos chinos, hasta alcanzar una tasa del 145 por ciento sobre la mayoría de bienes del país asiático. Sin embargo, el órdago de Trump ha perdido fuelle, y hay visos de intento de desescalada.

Trump ha declarado que se ha reunido “con muchos países” para negociar y que los aranceles a los productos chinos van a bajar “sustancialmente, pero no serán cero”. Pekín ha respondido con firmeza, afirmando que no están en consultas ni negociaciones y que los EE. UU. deben parar de crear confusión.

La guerra comercial y la incertidumbre de la acción presidencial están frenando la economía estadounidense y las previsiones mundiales. El economista jefe del FMI, Pierre-Olivier Gourinchas, declaró que se está entrando en una nueva era a medida que se reinicia el sistema económico mundial que ha funcionado durante los últimos 80 años.