Una crónica de Jorge Carreño/FirmasMx

En el silencio sepulcral de la colonia Mango Salinas del municipio de Zaragoza, Veracruz, un lamento se alzaba entre las sombras. Este lunes, bajo el pesaroso manto del cielo nublado, los corazones dolientes acompañaron el cortejo fúnebre que llevaba consigo el cuerpo de Magdalena Cruz Torres, conocida cariñosamente como Magda, quien en vida portó con honor el uniforme de la Fuerza Civil.

Desde su hogar, donde cada rincón evocaba su presencia, el féretro partió con paso lento hacia la capilla de la congregación de Coacotla. La tristeza se dibujaba en los rostros de quienes la conocieron, mientras el eco de sus pasos resonaba en las calles, como un eco de un dolor que no tenía consuelo.

En la capilla, Magda recibió el último homenaje, una despedida marcada por la mezcla de lágrimas y aplausos, gestos que expresaban la gratitud y el dolor de aquellos que compartieron su vida y su servicio. Su partida había dejado un vacío imposible de llenar.

El fatídico 6 de marzo quedó marcado en la memoria de todos, el día en que su ausencia se hizo eco en cada rincón. Cuatro días más tarde, el 10 de marzo, su cuerpo fue hallado sin vida, sumiendo en un abismo de desesperación a quienes la amaban y admiraban.

Las palabras del gobernador del Estado, Cuitláhuac García, resonaron con fuerza en medio del dolor colectivo, al revelar que la principal línea de investigación apuntaba hacia el feminicidio, una realidad que arrebata vidas y deja familias destrozadas.

Hoy, entre el clamor de justicia y el eco de los recuerdos, la familia y amigos de Magda levantan la voz, exigiendo que su memoria no se desvanezca en la oscuridad del olvido. Entre lágrimas y aplausos, le ofrecieron el último adiós, prometiendo no descansar hasta que se haga justicia por Magdalena Cruz Torres, quien en vida fue mucho más que un nombre, fue un ejemplo de valentía y servicio.