– Una empresa que cotice en el mercado de valores, especialmente en el de Estados Unidos, no podría ayudar al presidente López Obrador adquiriendo 40 mil cachitos. A la compañía le resultaría imposible justificar tal gasto, lo que le metería en muy serios problemas.
– Si la empresa regalara los 40 mil cachitos a sus empleados, tendría que considerar el hecho de que se trataría de un ingreso en especie acumulable para el trabajador, lo que llevaría a este a pagar más impuestos. Así que, para que el empleado recibiera como regalo el boleto de 500 pesos, debería recibir el cachito más unos 150 pesos para el pago del ISR.
– Si el empresario paga los 20 millones de pesos de su bolsa, en realidad le estaría costando más de esa cantidad, ya que ese dinero tuvo que haber pagado impuestos antes de que lo recibiera para su uso personal.
– Si los socios de una empresa decidieran decretar dividendos para comprar los 40 mil boletos, tal proceso terminaría por costarles más de los 20 millones que entregarían por los cachitos.
– En el caso de las fundaciones empresariales, difícilmente habrá alguna que tenga en su razón de ser la compra de billetes de Lotería ya sea para fondearse o para regalarlos a los pobres. Así que los 20 millones no tendrían el efecto de la deducibilidad.
– En fin, son simples reflexiones basadas en lo poco que sé de impuestos y finanzas. No busco desanimar a nadie, sino más bien pedir a los empresarios que hoy se reunirán con Andrés Manuel, que desde muy temprano pongan a sus contadores y abogados a hacer la tarea para llegar con propuestas que hagan posible apoyar la rifa del avión sin que les cueste más de lo que valen los cachitos.
El presidente López Obrador también debe poner a pensar a los técnicos del SAT y de la Secretaría de Hacienda para que encuentren la fórmula —por elemental justicia— de que cualquier peso que los empresarios inviertan en cachitos les cueste solo ese peso y no un porcentaje adicional en impuestos por pagar o ya pagados.