En ese punto, lo que nunca había sucedido, pasó. Las dos delegaciones comenzaron a gritarse en un pandemónium, por lo que tuvo que intervenir el representante de la Secretaría de Relaciones Exteriores, la anfitriona de la reunión, y pedirles que guardaran la compostura y que dejaran que terminara la presentación el vocero mexicano. Cuando terminó de exponer el escepticismo del gobierno mexicano sobre lo que el mundo estaba haciendo y la información que estaban presentando, el estadounidense comenzó tajante: el gobierno de Estados Unidos desconfía de las “cifras alegres” del contagio mexicano.
Los estadounidenses presentaron dos documentos. El primero mostraba el crecimiento de contagios en países similares, con rutas comerciales y turísticas simétricas, para mostrar que los datos que les estaba presentando México eran menores que los de naciones análogas, sugiriendo que estaban escondiendo información o midiendo mal.
En ese primer documento también se enumeraban las acciones que estaban realizando los países de Centro y Suramérica, que empezaban a cerrar fronteras para cortar la cadena de contagio.
El segundo documento que les mostraron fue un estudio de científicos mexicanos, realizado a petición de la Embajada de Estados Unidos, que utilizaban un algoritmo para mostrar la tasa de contagio por cada mexicano, así como su dinamismo de acuerdo con las condiciones climáticas y sociodemográficas del País. Los mexicanos parecían azorados por los documentos que les presentaron, al carecer de esa información.
En ese sentido, algo que fue notorio en esa reunión, de acuerdo con la reconstrucción, es que mientras la delegación estadounidense se presentó con una posición unificada, hubo diferencias en la delegación mexicana. Esto fue muy importante porque uno de los temas de la reunión era para hablar sobre el cierre parcial de la frontera entre los dos países, y limitar el paso humano por sus garitas, para lo cual llevaron amplia información detallada, sobre cómo lo proponían hacerlo. Esto era resultado del anuncio a finales de febrero del presidente Donald Trump, quien dijo que “estaba pensando qué hacer con la frontera sur”.
La intención era discutir cómo y en qué escala se cerraría la frontera, pero el resultado al final del encuentro fue distinto. El vocero de los estadounidenses dijo, en la conclusión, que dadas las claras diferencias entre la política pública de ambos países para abordar la crisis de la pandemia, todas las decisiones referentes al tráfico fronterizo dejarían de ser consensuadas y se darían en forma unilateral. A los mexicanos, les adelantaron, sólo les informarían de las decisiones que ya habían sido tomadas en Washington, sin margen a negociación. La delegación mexicana se quedó sorprendida.
El jueves pasado, casi una semana después de esa ríspida reunión, Aduanas y Protección Fronteriza cerró seis carriles de entrada en San Ysidro, que limita con Tijuana, la cuarta frontera con mayor tráfico del mundo, hasta “futuro aviso”.