Sin embargo, este sistema también contaba con pequeños detalles por lo que fue reemplazado progresivamente por el calendario gregoriano desde 1582 y que nos rige en la actualidad. Como el calendario juliano exigía un día adicional cada cuatro años, los romanos decidieron este sería en febrero, que en ese entonces era el último mes del año. El nombre bisiesto proviene del latín “ante diem bis sextum Kalendas Martias“, (sexto día antes de las calendas de marzo en español), es decir el 24 de febrero.
Como la frase era un poco larga se terminó resumiendo en “bis sextus”: bisiesto en nuestra lengua. Años más tarde, el papa Gregorio XIII decidió, a través de una bula papal, “perfeccionar” el calendario. Una de las modicaciones fue que el día adicional de los años bisiestos sería el 29 de febrero y no el 24, jado por el calendario juliano.
Una solución matemática
Asesorado por el astrónomo jesuita Christopher Clavius, el pontíce también estableció que después del jueves 4 de octubre de 1582 sería 15 de octubre, una supresión de 10 días que ayudaba a desaparecer el desfase con el año solar.
No serán años bisiestos los que sean múltiplos de 100, excepto si también lo son de 400. Por esta razón no fueron bisiestos el año 1800 ni 1900, pero sí que lo fue el año 2000. Y por este mismo motivo ni el año 2100 ni el 2200 serán bisiestos.
¿Un calendario sin referencias religiosas?
Este conjunto de reformas dio paso al calendario moderno, que actualmente conocemos como el calendario gregoriano. Desde esta última reforma no ha habido nuevos cambios en el sistema. Sin embargo, en algunos países como Francia han existido movimientos para modicarlo. En 1792, en plena Revolución Francesa, ese país adoptó un calendario “republicano”, diseñado por el matemático Gilbert Romme.
Los eventos y personalidades a los que prestar atención en 2020 Este calendario pretendía eliminar las referencias religiosas y darle nuevos nombres a los meses -referentes a fenómenos naturales y a la agricultura- y modicando la duración de estos. Pero esta versión tuvo una vida muy corta: tras el derrocamiento de Napoleón en 1814 Francia no tardó en volver a utilizar la versión creada por Gregorio XIII e ideada por Julio César.