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El año en que ‘descubrimos’ Facebook

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Cazadores de ‘fake news’: así funciona la tecnología que evitará que te manipulen

María Ressa: “Facebook ha roto la democracia y le toca arreglarla”

2018 ha sido el peor año de la historia de Facebook. Ha tenido graves problemas con fuga de información de sus usuarios, desde el escándalo de Cambridge Analytica de principios de año hasta la venta de datos a grandes compañías como Amazon, Microsoft, Netflix o Spotify. Mark Zuckerberg ha tenido que intervenir muy a su pesar en el Congreso de Estados Unidos, en la ONU y en el Parlamento Europeo para tratar de explicar lo casi inexplicable. Y ha visto cómo importantes directivos, de la matriz y de compañías compradas como Instagram o WhatsApp, dejaban la compañía. Todo ello, mientras se comprobaba que había servido de vehículo para la intromisión rusa en distintos procesos electorales de Occidente.

Como consecuencia de ello, la cotización en Bolsa ha sufrido una caída del 31% desde principios de año y del 42% desde que alcanzara los máximos históricos el pasado 25 de julio en 217,50 dólares por acción. La valoración de Facebook es ahora de unos 358.000 millones de dólares, frente a los 524.000 millones de principios del ejercicio y los 628.000 que llegó a valer en julio.

Aunque el desplome de debe quizá más a que la red social empieza a dar síntomas de maduración en su crecimiento que a estos problemas de credibilidad y con las autoridades. El hecho es que la situación ha sido tan insostenible para la compañía, que algunos de sus principales accionistas se han planteado destituir a su fundador y sustituirlo por alguien que sea capaz de encarrilar el desaguisado.

En realidad, todo comenzó hace poco más de dos años, cuando se empezó a ‘culpar’ a Facebook de la victoria de Donald Trump en las elecciones presidenciales. Por esta red social -y en otras- navegaron millones de mensajes difundidos con la única pretensión de engañar a la opinión pública en favor del actual presidente. Ahora se sabe buena parte de esa campaña estuvo orquestada desde Rusia.

A Mark Zuckerberg le pilló a contrapié esta acusación: “No queremos ser árbitros de la verdad ni desalentar el intercambio de opiniones”, dijo a finales de 2016. Facebook había nacido para “construir un mundo más abierto y más inteligente” y su sueño se podía venir abajo. Aun así, anunció que la empresa iba a tomar medidas para luchar contra la desinformación: se mejorarían los algoritmos para identificar mejor las noticias erróneas, de verificarla internamente y a través de terceros y trabajar conjuntamente con periodistas y editores para conocer mejor y utilizar sus sistemas de filtrado de información. Pero Zuckerberg añadía que solucionar estos problemas sería muy difícil “técnica y filosóficamente” porque afectaban directamente la razón de ser de Facebook. Había que pasar de ofrecer una herramienta para “compartir todo con todos” a tener que dirigir y controlar ese inabarcable tráfico de información.

La cosa no debió de funcionar porque, un año después, Zuckerberg se mostraba más pesimista respecto a Facebook. Hasta el punto que en su habitual comentario de Año Nuevo a todos sus seguidores en la red, en el que les expone sus propósitos, explicaba que su objetivo para 2018 sería “arreglar Facebook”. Un reto que, por su profundidad, contrastaba con los de años anteriores: aprender chino y visitar los 50 estados de Estados Unidos. “Mi desafío personal para 2018 -decía- es centrarme en solucionar estos problemas importantes. No evitaremos todos los fallos o abusos al aplicar nuestras políticas y evitar el uso indebido de nuestras herramientas, pero ahora cometemos demasiados errores”. El escándalo de Cambridge Analytica, que se conocería poco después de esas palabras, fue el inicio del calvario para Facebook y Zuckerberg.

(Abro paréntesis. Una de las medidas que empleó Facebook para luchar contra las ‘fake news’ fue un cambio radical en los algoritmos para primar en los muros de los usuarios los comentarios de su gente cercana, familiares y amigos, frente los de instituciones y organismos, medios de comunicación incluidos. Esto ha tenido un impacto significativo en las empresas informativas, que habían ajustado sus estrategias de crecimiento a los contenidos que promocionaba Facebook con el objetivo de captar más usuarios para sus webs. Esta decisión ha provocado una drástica caída del tráfico que llegaba a los medios desde Facebook. Pero las relaciones entre los medios y la red social merecen otro comentario. Cierro paréntesis).

¿Tiene arreglo Facebook después de lo que estamos conociendo? Jeff Jarvis, periodista, profesor de periodismo y uno de los expertos sobre las nuevas tecnologías y la comunicación más seguidos en Estados Unidos, explica que “Facebook, al igual que sus vecinos en Silicon Valley, albergó demasiada fe en la humanidad y no anticipó que se podía manipular. Ni se protegió ni protegió al público de ello”.

Pero con 1.600 millones de usuarios y más de 1.100 millones que entran al menos mensualmente en la red, Facebook ha venido para quedarse. Por eso, prosigue Jarvis, “Facebook debe aprender transparencia, comenzando por confesar con franqueza sus pecados pasados. Necesita infundir la cultura de que todo lo que hacen debe brillar a la luz del escrutinio público. Debe aprender que el secreto no es una ventaja competitiva sino, en estos momentos, una grave responsabilidad”. Puede ser una solución para enderezar el rumbo.

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