Raúl Domíngez/Firmasmx

Un día en la borrachera de poder que traía Javier Duarte le regaló a Héctor Yunes una caña de pescar para que capturara peces gordos en el exclusivo fraccionamiento el Estero de Boca del Río, en referencia a su primo Miguel Ángel Yunes, conocido en el PAN, desde su paso por el ISSSTE, como el “Physeter macrocephalus”.

Ese día Héctor montó en cólera y mandó a su amigo Jorge Moreno Salinas a Casa Veracruz para devolver el singular obsequio. Meses después, Héctor Yunes fue el candidato del PRI a la gubernatura de dos años, compitiendo contra su primo Miguel Ángel.

En campaña se dijeron hasta la despedida y como promesa Yunes Landa daba su palabra (promesa de payaso desde luego)  que iría por los peces gordos del PAN, pero ya era muy tarde, porque se había quedado sin la caña de Duarte, quien también ya había huido del país, ocultándose en Guatemala.

Semanas antes de la elección y meses después, Héctor lanzaba pestes en contra de su primo, el gobernador electo y su descendencia y esa familia de origen turca-libanesa simulaba un pleito encarnizado. Yunes Landa acusaba a Yunes Linares de haber liberado al “Chapo” Guzmán en el gobierno del panista Vicente Fox y ponía en tela de duda su honorabilidad, dando crédito al libro “Los Demonios del Edén”, de Lidia Cacho, obra que daba cuenta de los vínculos de Miguel Ángel con consumados pederastas.

Yunes Landa aprovechaba cualquier reunión pública o privada para destrozar la poca honra de su pariente. Así transcurrieron dos años, Héctor fustigaba por deporte los actos de gobierno de su primo hermano.

Yunes Linares por su parte –con una concha de más espesor que la de una tortuga caguama- hacía caso omiso a los berrinches de su primo Héctor y cocinaba la candidatura de su hijo Miguel Ángel Yunes Márquez, quien que no pudo vencer al obradorismo y entregó la gubernatura a Cuitláhuac García.

García Jiménez para entonces no solo se había colgado a las valencianas de Andrés Manuel López Obrador, sino también el día de la elección atrajo para su causa el voto útil del PRI y en una de esas hasta de Alianza Generacional, instigados precisamente por su líder Héctor Yunes, no porque fuera el mejor, sino porque al final de la película, en la óptica del priísmo, era el menos malo.

Después de los encontronazos de 2016 y 2018, año en el que su pariente Miguel “chiquito” perdiera ante Morena y su sobrino “postizo” José Yunes quedara en un vergonzoso tercer lugar, por el huracán AMLO, ya ha transcurrido un lustro; lapso en el cual la desgracia política, ha unido lo mismo panistas persignados o mochos, a anodinos perredistas que a priístas acostumbrados a nadar en el excremento, la prueba más reciente fue la reunión anual de Alianza Generacional, en donde a juzgar por las imágenes, los Yunes Linares, Landa y Zorrilla están dispuestos a todo, con el afán de seguir mamando la ubre presupuestal.

Así en actos de poca dignidad, hoy aparecen como si nada hubiera ocurrido y conviven como la gran familia que siempre han simulado ser, aunque fieles a su origen, y parafraseando un dicho feminista, entre libaneses y turcos se pueden destruir, pero jamás se harán daño.

Hoy ante la adversidad, el instinto de sobrevivencia de los Yunes Landa-Linares-Zorrilla los obliga a proyectarse en sociedad como una gran familia, todo amor, armonía, corazón, pero como dicen en el pueblo, a otro perro con ese hueso, porque comprobado está que históricamente el atraco los ha unido y el botín los ha dividido.