En la cocina de “Antojitos Rinconada”, el bullicio habitual de una tarde de domingo se convirtió en caos y horror. Lo que comenzó como una disputa insignificante, producto de una solicitud de cuentas separadas, terminó en un acto de violencia extrema que ahora sacude a la comunidad xalapeña.

El pequeño restaurante, ubicado en la avenida Atenas de la colonia Revolución, era un refugio de sabores y tradiciones. Sin embargo, el 29 de diciembre se convirtió en el escenario de un ataque brutal. Según las denuncias compartidas en redes sociales, la discordia inició cuando una empleada informó a un grupo de clientes que no podían dividir la cuenta debido a la alta demanda de comensales.

En ese instante, los ánimos se caldearon. Una mujer, identificada por testigos como Regina Jazmín, comenzó a insultar al personal del establecimiento. En un video que ahora circula en redes, se ve cómo, en un arrebato de furia, la agresora toma un cazo de aceite hirviendo y lo arroja sobre María Guadalupe Ramírez Anel, una mujer de 52 años que trabaja como vendedora de antojitos.

El aceite hirviendo alcanzó los brazos, piernas y pies de María Guadalupe, quien cayó al suelo entre gritos de dolor. Mientras el caos se apoderaba del lugar, la agresora y sus acompañantes aprovecharon la confusión para huir, dejando atrás a una mujer herida y una comunidad consternada.

La policía llegó minutos después, pero la agresora ya había desaparecido. María Guadalupe fue trasladada a una clínica cercana, donde recibió atención médica por quemaduras de segundo grado, mientras su hija, Maritza Domínguez, utilizó las redes sociales para buscar justicia.

“Amigos, ayúdenme a compartir. Mi mamá está en el hospital, y queremos encontrar a las personas que la agredieron para que paguen,” escribió Maritza, junto con una fotografía de su madre en la cama del hospital.

Este acto de violencia no solo expone la fragilidad del tejido social, sino también la falta de empatía que parece permear en ciertos sectores. En una ciudad como Xalapa, conocida por su comunidad solidaria, resulta difícil imaginar que un desacuerdo tan trivial pueda desembocar en un ataque tan cruel.

Hasta ahora, las autoridades han prometido investigar el caso, mientras que la familia de María Guadalupe enfrenta una carga emocional y económica. Más allá de la búsqueda de justicia, esta agresión plantea preguntas incómodas sobre los límites de la intolerancia y la necesidad de fomentar una cultura de respeto en todos los espacios de la sociedad. El pequeño restaurante sigue abierto, pero la herida, tanto física como colectiva, tardará mucho más en sanar.