Un reciente estudio publicado en la revista *The Lancet Public Health* revela que las muertes atribuibles al calor en Europa podrían triplicarse para el año 2100, pasando de las actuales 43.729 a 128.809, si se mantienen las políticas climáticas vigentes. El informe, basado en datos de 854 ciudades europeas, destaca un alarmante aumento en las tasas de mortalidad debido a temperaturas extremas, especialmente en países del sur de Europa como España, Italia y Grecia.
El análisis es el primero en ofrecer una visión detallada de los riesgos de salud asociados con el calor extremo en Europa y subraya la necesidad urgente de reforzar las políticas para limitar el calentamiento global y proteger a las poblaciones más vulnerables. En los últimos años, Europa ha experimentado algunos de los veranos más cálidos de su historia, lo que ha llevado a un aumento en las tasas de mortalidad, particularmente entre los ancianos.
Con un incremento proyectado de 3°C en la temperatura global, basado en las políticas actuales, el número anual de muertes relacionadas con el calor, que actualmente asciende a 407.538 en Europa, podría aumentar en un 13,5% durante este siglo. El mayor impacto se prevé en las personas mayores de 85 años.
El estudio también señala un cambio significativo en el balance de muertes atribuidas al frío y al calor. En la actualidad, el frío causa ocho veces más muertes que el calor en Europa. Sin embargo, este ratio cambiará drásticamente, con un aumento notable en las muertes por calor en todas las regiones europeas. En el sur de Europa, países como España, Italia y Grecia enfrentarán un incremento alarmante en las muertes por calor, con proyecciones que en España podrían elevar las muertes por calor de 4.414 a 20.194 por cada 100.000 personas para 2100.
Por otro lado, países del norte como Noruega y Suecia podrían experimentar un aumento en las muertes por frío debido al envejecimiento de su población, a pesar de una disminución general en otras regiones.
David García-León, investigador del Centro Común de Investigación de la Comisión Europea (JRC), enfatizó la necesidad crítica de desarrollar políticas más específicas para proteger las áreas más afectadas y a las personas más vulnerables a las temperaturas extremas. A pesar de las proyecciones alarmantes, el estudio también reconoce limitaciones, como la posible sobreestimación de las muertes debido a que los datos se basan en áreas urbanas, donde las temperaturas suelen ser más extremas. Además, el estudio no considera el impacto de las temperaturas extremas en género, etnia o en bebés.
El informe sirve como una llamada de atención sobre la urgencia de abordar el cambio climático y sus impactos en la salud pública, instando a las autoridades a tomar medidas más contundentes para mitigar estos riesgos y proteger a las poblaciones más expuestas.